Algunos datos útiles

Perfil del agresor.

Suelen ser chicos o chicas que por lo general son conflictivos que no se identifican con el colegio, tienen problemas familiares, sobre todo en la falta de supervisión y control, o en familias que son hostigadoras y no ven como algo malo que su hijo sea líder en una situación así, y prefieren este rol a que su hijo sea el hostigado.
Además estos agresores obtienen satisfacción a través de la violencia para reafirmar su personalidad y su posición de liderazgo.
En un principio son chicos/as seguros/as de sí mismos/as con un nivel de autoestima bastante alto, que se imponen mediante la violencia como líderes, estableciendo el sistema de valores de quienes lo admiran y festejan lo que hace.
Generalmente son imponentes físicamente (los varones), manipuladoras (las mujeres), con bajo rendimiento escolar. Su temperamento es agresivo e impulsivo, con deficiencias en habilidades sociales para comunicar y negociar sus deseos. Presenta falta de empatía y de sentimientos de culpabilidad.
También por alguna razón no pueden destacarse de otro modo. Pueden estar vengándose de abusos sufridos.
Están, a veces, movidos por la envidia. Padecen algún grado de dificultad para reconocer los sentimientos propios y ajenos.
Como estos “buleros” tienen éxito entre los amigos asumen un estilo de vida y una forma de resolver los problemas que seguramente los convertirán en hostigadores al llegar a la adultez.



Perfil de la víctima


Puede ser cualquiera, pero hay rasgos que hacen vulnerables a algunos, como ser tímidos, introvertidos, que suelen callar su agresión lo que dispara el ánimo violento del agresor, hiperactivos, encerrados en sí mismos o tienen alguna característica física que lo diferencie. Estos chicos son inseguros, con baja autoestima e incapaces de salir por sí mismos de la situación que padecen. Tienen bajas habilidades sociales y suelen ser rechazados por el grupo. Además, son dependientes y sobreprotegidos por sus familias.
Son solitarios, no tienen amigos, son poco asertivos, acceden rápidamente a las demandas de los otros para “evitarse problemas”.
Alguna vez denunciaron un maltrato y quedaron etiquetados, tienen gran necesidad de ser aceptados por los demás.
Muchas veces son acosadores en potencia y como en el famoso “síndrome de Estocolmo”, admiran a quien los maltrata e intentan identificarse con él.